El Trastorno Depresivo mayor es la principal causa de años de vida vividos con discapacidad a nivel mundial y la 3ª causa entre los países desarrollados.
En los últimos 100 años, la edad media de aparición de esta enfermedad ha disminuido y su incidencia ha aumentado en los países desarrollados.
Por tanto, las estrategias preventivas resultan esenciales para reducir su impacto y coste a nivel poblacional. Aunque se ha sugerido un efecto beneficioso de la práctica de actividad física sobre esta patología, otras medidas preventivas, incluida la dieta, han sido poco analizadas y estudiadas. El efecto protector sobre la depresión de algunos componentes dietéticos, se ha puesto de manifiesto en diversos estudios epidemiológicos.
Los ácidos grasos omega-3 son un tipo de grasas cuyas principales fuentes son las semillas, aceites vegetales y pescados. Los pescados azules, en concreto, son importantes fuentes de ácido eicosapentaenoico (AEP) y ácido docoxohexaenoico (ADH).
- El ADH forma parte de las membranas neuronales donde aumenta su fluidez y funcionalidad, mejorando la comunicación y el transporte entre células.
- El AEP, a su vez, tiene propiedades antiinflamatorias, inhibiendo la producción de ciertas sustancias inflamatorias, las citoquinas, como la IL-6 o el factor de necrosis tumoral alfa (TNF- α). Estas citoquinas se han visto implicadas en la alteración de la producción de neurotransmisores como la Serotonina o la Dopamina. Estos neurotransmisores se encuentran implicados directamente en la transmisión de la señal nerviosa y su déficit se asocia claramente con la etiología del proceso depresivo.
** Además, estas citoquinas inhiben la producción del factor neurotrófico cerebral, proteína de gran importancia en el mantenimiento y regeneración de las redes neuronales y cuya concentración se ha visto disminuida en pacientes con depresión.
Por otro lado, ciertas Vitaminas del grupo B como el ácido fólico y las vitaminas B6 y B12 actúan en diversos procesos enzimáticos que culminan con la producción de neurotransmisores como la serotonina, la noradrenalina y la dopamina.
Un déficit en estos nutrientes se asociaría, por tanto, con una disminución en la síntesis de neurotransmisores.
Por otro lado, algunos alimentos como el aceite de oliva se han asociado con una reducción del riesgo de depresión. Su capacidad antioxidante y anti-inflamatoria se debe, en parte, a su elevada concentración en diversas sustancias como los polifenoles. Estos compuestos ejercen su efecto beneficioso a nivel de endotelio, tejido responsable de la síntesis de factor neurotrófico cerebral. Este alimento además, es responsable de la síntesis de oleamida, un tipo de grasa que se ha visto asociada con un aumento del umbral del dolor y con la inducción del sueño. El aceite de oliva, produce, además, mejoras en la actividad de los neurotransmisores.
Diversos estudios epidemiológicos han analizado la asociación entre el seguimiento de diversos patrones dietéticos y la depresión.
En general, aquellos patrones ricos en frutas, verduras y pescados se han asociado con menores riesgos de depresión mientras que los patrones caracterizados por un alto consumo de comidas procesadas, hamburguesas, azúcares o productos lácteos enteros se han relacionado con mayores valores de depresión.
En este contexto, un estudio español, el proyecto “Seguimiento Universidad de Navarra (SUN)”, analizó la relación entre el seguimiento de un patrón de dieta Mediterránea y la aparición de casos nuevos de depresión a lo largo de los años en un grupo de graduados universitarios.
En este estudio, la adhesión a un patrón de Dieta Mediterránea se asoció con una reducción en torno al 40% en el riesgo de depresión.
Este patrón dietético se caracteriza por un alto consumo de aceite de oliva, frutas y frutos secos, cereales, legumbres, verduras y pescados, un moderado consumo de alcohol y un bajo consumo de carnes rojas y productos lácteos enteros.