domingo, 15 de junio de 2014

COMO ALIMENTAR A TODAS LAS PERSONAS DEL MUNDO

Cuando se habla de amenazas para el medio ambiente, solemos pensar en coches y chimeneas, pero nunca en la comida. 
Sin embargo, nuestra necesidad de alimentarnos es una de las mayores presiones que pesan sobre el planeta.
Las actividades agropecuarias se cuentan entre uno de los factores que más contribuyen al cambio climático, ya que emiten más gases de efecto invernadero que todos los coches, camiones, trenes y aviones juntos, principalmente por el metano que desprenden el ganado y los arrozales, el óxido nitroso de los cultivos fertilizados y el dióxido de carbono derivado de talar bosques para cultivar la tierra o criar ganado. 
Asimismo son las principales consumidoras de nuestras valiosas reservas de agua dulce y una importante fuente de contaminación, ya que los fertilizantes y el estiércol transportados por la escorrentía alteran el frágil ecosistema de lagos, ríos y costas en todo el mundo. 
Además, la agricultura y la ganadería aceleran la pérdida de biodiversidad. Cuando despejamos praderas o talamos bosques para destinar el suelo a usos agropecuarios, perdemos hábitats de vital importancia, por lo que estas actividades son uno de los principales mo­tores de la extinción de especies salvajes.
 


Para mediados de siglo probablemente tendremos 2.000 millones de bocas más que ali­mentar, cuando la población mundial alcance los 9.000 millones. China y la India, está impulsando una mayor demanda de carne, huevos y lácteos, lo que a su vez incrementa la presión para producir más maíz y soja destinados a piensos para el ganado vacuno, porcino y avícola. 
Si estas tendencias se mantienen, el impacto doble del crecimiento poblacional y las dietas con mayor componente animal nos obligarán prácticamente a duplicar la producción agrícola para 2050.
Lamentablemente, el debate sobre el mejor modo de alimentar a la creciente población mundial se ha polarizado y se ha convertido en un enfrentamiento entre la agricultura convencional y el comercio mundial, por un lado, y las granjas ecológicas y la producción local, por otro.

Jonathan Foley dirigió un equipo de científicos cuyo cometido era estudiar un problema muy simple: ¿cómo duplicar la producción mundial de alimentos y reducir al mismo tiempo el impacto medioambiental de las actividades agropecuarias? Tras analizar cantidades ingentes de datos, propusieron 5 pasos que podrían dar respuesta al dilema de la alimentación mundial.


PASO 1 Congelar la huella de la agricultura

Durante la mayor parte de la historia, siempre que hemos necesitado producir más comida, sim­plemente hemos talado bosques o arado praderas para crear más explotaciones agrícolas y ganaderas
Ya hemos despejado una superficie comparable a la de América del Sur para cultivar la tierra. Y para criar ganado, hemos ocupado un área del tamaño de África. La huella de la agricultura y la ganadería ha causado la pérdida de ecosistemas enteros en todo el planeta, incluidos las praderas de América del Norte y el bosque atlántico de Brasil, y se siguen talando bosques tropicales a un ritmo alarmante.

PASO 2 Producir más en tierras ya cultivadas

A partir de la década de 1960, la revolución verde incrementó las cosechas en Asia y América Latina con el uso de variedades mejoradas de plantas, fertilizantes, maquinaria y sistemas de riego, pero el coste medioambiental fue enorme. 
Ahora se puede aumentar el rendimiento de los campos menos productivos, sobre todo en África, América Latina y Europa del Este, donde existen «brechas de rendimiento» entre la producción actual y la que sería posible si se aplicaran prácticas agrícolas mejoradas. Usando sistemas de agricultura de alta tecnología y precisión, y métodos prestados de la agricultura ecológica, en algunos de esos lugares podríamos multiplicar varias veces el rendimiento de los cultivos.
PASO 3 Hacer un mejor uso de los recursos

Ya disponemos de medios para conseguir una alta productividad y reducir el impacto ambiental de la agricultura convencional. 

La agricultura comercial ha empezado a lograr avances, con métodos innovadores para gestionar mejor la aplicación de fertilizantes y pesticidas mediante el uso de tractores computarizados equipados con sensores avanzados y GPS. Muchos productores usan mezclas de fertilizantes especialmente concebidas para las condiciones concretas de sus campos, lo que reduce las sustancias químicas arrastradas por escorrentía a los ríos cercanos.
La agricultura ecológica también puede reducir mucho el uso de agua y agroquímicos al incorporar cultivos de cobertura, mantillo y compost para mejorar la calidad del suelo, conservar el agua y aumentar el contenido de nutrientes. 

PASO 4 Adaptar la dieta

Sería más fácil alimentar a 9.000 millones de personas en 2050 si un mayor porcentaje de nuestros cultivos acabara en la mesa.
En la actualidad, solo el 55 % de las calorías cultivadas en el mundo alimentan directamente a las personas; el resto da de comer al ganado (alrededor del 36 %) o se convierte en biocombustibles o en productos industriales (en torno al 9 %).
Aunque muchos de nosotros consumimos carne, lácteos y huevos procedentes de animales de cría intensiva, solo una fracción de las calorías presentes en los piensos acaban en la carne y la leche que consumimos.
Por cada 100 calorías de los cereales que utilizamos para alimentar a los animales, recuperamos apenas 40 en la leche, 22 en los huevos, 12 en la carne de pollo, 10 en la de cerdo y 3 en la de ternera.
El desarrollo de métodos más eficientes para criar animales y la adopción de una dieta menos carnívora (incluso aunque hagamos un cambio tan nimio como sustituir la carne de vaca alimentada con grano por carne de pollo, de cerdo o de vaca alimentada con hierba) dejarían cantidades sustanciales de alimento disponibles para el consumo humano.

PASO 5 Reducir el despilfarro

Se calcula que el 25 % de las calorías alimentarias producidas en el mundo y hasta el 50 % del peso total de la producción de alimentos se desaprovechan o se pierden antes de llegar al consumidor.

En los países ricos, buena parte de ese desperdicio se produce en los hogares, restaurantes y supermercados. En los países pobres muchos alimentos se pierden entre el agricultor y el mercado, por culpa de unos sistemas poco fiables de almacenamiento y transporte.
 
Los consumidores de los países desarrollados podrían disminuir el despilfarro con medidas tan sencillas como reducir las porciones, aprovechar las sobras y fomentar en cafeterías, restaurantes y supermercados prácticas que reduzcan los residuos. De todas las opciones para aumentar la disponibilidad de alimentos, la reducción de los residuos alimentarios sería una de las más eficaces.
 
Estas soluciones requieren un cambio fundamental en nuestra forma de pensar. Durante la mayor parte de nuestra historia nos hemos guiado por el imperativo de dedicar más suelo a la agricultura, obtener más cosechas y consumir más recursos. Ahora tenemos que encontrar un equilibrio entre una mayor producción de alimentos y la preservación del planeta.
Por fortuna, ya sabemos lo que hay que hacer. Solo nos falta decidir cómo hacerlo. Nues­tras decisiones cuando llenemos el carro de la compra contribuirán a decidir nuestro futuro.