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Cuando se habla de amenazas para el medio ambiente, solemos pensar en
coches y chimeneas, pero nunca en la comida.
Sin embargo, nuestra necesidad de
alimentarnos es una de las mayores presiones que pesan sobre el planeta.
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Las actividades agropecuarias se cuentan entre uno de los factores que más
contribuyen al cambio climático, ya que emiten más gases de efecto invernadero
que todos los coches, camiones, trenes y aviones juntos, principalmente por el
metano que desprenden el ganado y los arrozales, el óxido nitroso de los
cultivos fertilizados y el dióxido de carbono derivado de talar bosques para
cultivar la tierra o criar ganado.
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Si estas tendencias se
mantienen, el impacto doble del crecimiento poblacional y las dietas con mayor
componente animal nos obligarán prácticamente a duplicar la producción agrícola
para 2050.
Lamentablemente, el debate sobre el
mejor modo de alimentar a la creciente población mundial se ha polarizado y se
ha convertido en un enfrentamiento entre la agricultura convencional y el
comercio mundial, por un lado, y las granjas ecológicas y la producción local,
por otro.
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Jonathan Foley dirigió un equipo de científicos cuyo cometido era estudiar un problema muy simple: ¿cómo duplicar la producción mundial de alimentos y reducir al mismo tiempo el impacto medioambiental de las actividades agropecuarias? Tras analizar cantidades ingentes de datos, propusieron 5 pasos que podrían dar respuesta al dilema de la alimentación mundial.
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Durante la mayor parte de la historia, siempre que hemos necesitado producir
más comida, simplemente hemos talado bosques o arado praderas para crear más
explotaciones agrícolas y ganaderas.
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Ya hemos despejado una superficie
comparable a la de América del Sur para cultivar la tierra. Y para criar
ganado, hemos ocupado un área del tamaño de África. La huella de la agricultura
y la ganadería ha causado la pérdida de ecosistemas enteros en todo el planeta,
incluidos las praderas de América del Norte y el bosque atlántico de Brasil, y
se siguen talando bosques tropicales a un ritmo alarmante.
PASO 2 Producir más en tierras ya cultivadas
A partir de la década de 1960, la revolución verde incrementó las cosechas en
Asia y América Latina con el uso de variedades mejoradas de plantas,
fertilizantes, maquinaria y sistemas de riego, pero el coste medioambiental fue
enorme.
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Ahora se puede aumentar el rendimiento de los campos menos productivos,
sobre todo en África, América Latina y Europa del Este, donde existen «brechas
de rendimiento» entre la producción actual y la que sería posible si se
aplicaran prácticas agrícolas mejoradas. Usando sistemas de agricultura de alta
tecnología y precisión, y métodos prestados de la agricultura ecológica, en
algunos de esos lugares podríamos multiplicar varias veces el rendimiento de
los cultivos.
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PASO 3 Hacer un mejor uso de los recursos
Ya disponemos de medios para conseguir una alta productividad y reducir el
impacto ambiental de la agricultura convencional.
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La agricultura comercial ha
empezado a lograr avances, con métodos innovadores para gestionar mejor la
aplicación de fertilizantes y pesticidas mediante el uso de tractores
computarizados equipados con sensores avanzados y GPS. Muchos productores usan
mezclas de fertilizantes especialmente concebidas para las condiciones
concretas de sus campos, lo que reduce las sustancias químicas arrastradas por
escorrentía a los ríos cercanos.
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PASO 4 Adaptar
la dieta
Sería más fácil alimentar a 9.000 millones de personas en 2050
si un mayor porcentaje de nuestros cultivos acabara en la mesa.
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En la actualidad, solo el 55 % de las calorías cultivadas en el
mundo alimentan directamente a las personas; el resto da de comer al ganado
(alrededor del 36 %) o se convierte en biocombustibles o en productos
industriales (en torno al 9 %).
Aunque muchos de nosotros consumimos carne, lácteos y huevos
procedentes de animales de cría intensiva, solo una fracción de las calorías
presentes en los piensos acaban en la carne y la leche que consumimos.
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Por cada 100 calorías de los cereales que utilizamos para
alimentar a los animales, recuperamos apenas 40 en la leche, 22 en los huevos,
12 en la carne de pollo, 10 en la de cerdo y 3 en la de ternera.
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El desarrollo de métodos más eficientes para criar animales y la
adopción de una dieta menos carnívora (incluso aunque hagamos un cambio tan
nimio como sustituir la carne de vaca alimentada con grano por carne de pollo,
de cerdo o de vaca alimentada con hierba) dejarían cantidades sustanciales de
alimento disponibles para el consumo humano.
PASO 5 Reducir
el despilfarro
Se calcula que el 25 % de las calorías alimentarias producidas en el mundo y
hasta el 50 % del peso total de la producción de alimentos se desaprovechan o
se pierden antes de llegar al consumidor.
En los países ricos, buena parte de ese desperdicio se produce
en los hogares, restaurantes y supermercados. En los países pobres muchos
alimentos se pierden entre el agricultor y el mercado, por culpa de unos
sistemas poco fiables de almacenamiento y transporte.
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Los consumidores de los países desarrollados podrían disminuir
el despilfarro con medidas tan sencillas como reducir las porciones, aprovechar
las sobras y fomentar en cafeterías, restaurantes y supermercados prácticas que
reduzcan los residuos. De todas las opciones para aumentar la disponibilidad de
alimentos, la reducción de los residuos alimentarios sería una de las más
eficaces.
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Estas soluciones requieren un cambio fundamental en
nuestra forma de pensar. Durante la mayor parte de nuestra historia nos hemos
guiado por el imperativo de dedicar más suelo a la agricultura, obtener más
cosechas y consumir más recursos. Ahora tenemos que encontrar un equilibrio
entre una mayor producción de alimentos y la preservación del planeta.
Por fortuna, ya sabemos lo que hay que hacer. Solo nos falta
decidir cómo hacerlo. Nuestras decisiones cuando llenemos el carro de la
compra contribuirán a decidir nuestro futuro.